Bueno, ha pasado un tiempo y ha habido algunos cambios desde mi última entrada; he comprado el dominio fusionestemporales.com, en donde alojo una nueva web y este blog. Aún tengo que terminar de adecuar el tamaño de las fotos y hacer algunos ajustes, pero el diseño no va a cambiar sustancialmente. Espero que os gusten las modificaciones.
La entrada de hoy va a estar dedicada a uno de los edificios que ha sido vital en el transcurso de la historia moderna de la ciudad: la Real Aduana de Santander. En primer lugar, pondremos en contexto el momento histórico en el que se encontraba la villa.
Nos encontramos en el s. XVIII, el siglo de la Ilustración; la recién instaurada monarquía borbónica está llevando a cabo una serie de reformas económicas, fiscales y burocráticas encaminadas a modernizar el país.
En el caso de Santander, las medidas que se adoptaron fueron de suma importancia y marcarán los años posteriores de la urbe; así, en 1748 se abre el Camino de las Harinas, que une Burgos con Santander y que convertirá a esta en uno de los principales puertos del Norte. Por otra parte, en 1754 , se crea el Obispado de Santander, y un año después Fernando VI otorga a Santander el título de ciudad. Además, en 1783 se crea el Consulado de Mar y Tierra. Todo ello generará un desarrollo económico, demográfico y urbanístico sin precendentes.
En medio del auge en el que está inmerso la ciudad, surge la necesidad de ampliar el espacio urbano habitable, por lo que se plantea la creación de un nuevo barrio que se asentará en terrenos ganados al mar por el lado este. Para entender mejor cómo era Santander antes de esta ampliación, mostraremos el grabado de Hoefnagel, así como un plano de la ciudad previo a la realización de su primer ensanche.
El plano no está firmado y en la ficha del Archivo General de Simancas no aparece autor alguno; en cualquier caso, he añadido este plano por dos motivos, para que comprobárais lo poco que había variado Santander en 200 años, y para que fijáseis la mirada en el «punto 11», pues es ahí, en el lugar ocupado por el torreón y puerta de la muralla, donde Carlos III mandará construir en 1786 el edificio de la Real Aduana de Santander, que se muestra a continuación en su estado original.
Como veis, el edificio estaba a escasos metros del muelle, algo lógico teniendo en cuenta su cometido. Posteriormente se alejó del mar debido a la ampliación del ensanche y la construcción de los Jardines de Pereda en 1905, sin embargo, este distanciamiento con el mar no fue solo físico, sino también simbólico, pues además de aduana pasó a convertirse en sede del Gobierno civil y Delegación de Hacienda.
Pero llegó un momento en el que la construcción debió de quedarse pequeña, por lo que hacia 1930 se le añadió una planta y se hicieron algunos ajustes estéticos, como la eliminación de una de las seis claraboyas (posiblemente por motivos de simetría), la añadidura de dos bolas neoherrerianas a los lados de la claraboya central, y se remataron las esquinas del tejado con pináculos.
Llegados a este punto, pasaremos a mostrar las dos primeras fusiones temporales de esta entrada:
Este sería el aspecto actual que tendría el final de la calle de la Rivera (hoy final de Calvo Sotelo) en el caso de que no se hubiera producido el fatídico incendio de 1941, que podría haber causado la destrucción de los edificios del Paseo Pereda de no haber sido por la Aduana, pues al haber sido construida completamente de piedra, actuó como cortafuegos, impidiendo así el avance de las llamas, como se muestra en esta fusión temporal que he rescatado de una entrada antigua.
Pues bien, ¿de qué manera se le gratificó al añejo inmueble tras protagonizar tal salvadora gesta? Derribándalo, sí, derribándolo por completo, hasta sus cimientos, aquí tenemos la muestra del delito:
Y es así como el antiguo palacio de la Real Aduana de Santander dejó de ser aduana por siempre jamás y pasó a convertirse en la actual Delegación de Hacienda; no obstante, su diseño serviría de inspiración a González Riancho para la la nueva Plaza Porticada y edificios oficiales aledaños que se iban a construir en el corazón de la ciudad, cuyos rasgos característicos son los sillares almohadillados, el corte clásico y sencillo, las claraboyas y los pináculos de los tejados, por lo que en cierta manera, podría decirse que el edificio se hizo más grande de lo que ya era.
Como curiosidad, se aprovechó el derribo de la Aduana y la destrucción de la manzana de edificios de la actual Calvo Sotelo para alinear estos con los inmuebles del Paseo Pereda, que estaban ligeramente atrasados respecto a aquellos.
Además, las piedras de la Aduana se reutilizaron en su reconstrucción y el escudo de 1786 se mantuvo en la entrada del inmueble, por lo que hoy día sigue siendo visible para los paseantes del Paseo Pereda, tal y como se muestra en este vídeo:
Por último, concluiremos la entrada con tres fusiones tomadas durante la reconstrucción de las viviendas situadas en la manzana de Calvo Sotelo, y los edificios oficiales de la Subdelegación del Gobierno y Delegación de Hacienda.
2 Comentarios
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Muy bien documentado. El fusionado sorprendente. Me gusta mucho. Sigue enseñando esa historia escondida y desconocida de la ciudad. Felicidades por compartir y enhorabuena por el excelente trabajo que has realizado.
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AUTOR
Muchas gracias Pilar ;). Siempre se puede documentar más, pero esa labor prefiero dejársela a los historiadores, jeje.
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